Adán Augusto, ese señor que suena pero no suena, que está ahí pero no está ahí, que protagoniza pero no tanto, el que todos aseguran no conocer pero todos hablan de él, Adán Augusto, el Tlaxcala de la política. Si hoy estamos hablando del señor Augusto es porque se aventó un comentario controversial, amado por muchos y odiado por otros, mimetizando a su paisano del ejecutivo. Resulta que esta semana Mr. Augusto se burló de los habitantes de la Tierra de la Carne asada, del amor entre primos, de Texas del Sur, de Fosfolandia, de los principales exportadores de memes: Los regios.
Pero entremos en contexto: Hasta hace unos meses, cuando alguien hablaba de la Secretaría de Gobernación de la 4T automáticamente pensábamos en una cabecita de algodón, pero no en la cabecita de algodón por definición, la de AMLO, sino en la cabecita de algodón de Olga Sánchez Cordero. La querida Olga, promesa del progresismo en México, partícipe de marchas feministas, amante de los pañuelos verdes y morados, diosa de la esperanza de decenas de jóvenes que viven en un campamento a un costado del Senado, esos mismos que inhalan aires de legalización y exhalan más humo que la refinería dos bocas.
Sin embargo, Olga dejó la monotonía de la Secretaría de Gobernación para ir a experimentar la adrenalina de un campo bélico como es el Senado, donde ha sido árbitro de incontables fregadazos entre todas las bancadas.
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